- Año: 2013
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Fotografías:Jesús Granada
La propuesta que aportamos para el edificio destinado a albergar el CETICOM se organiza de acuerdo con un posicionamiento, casi a modo de manifiesto, de construir y hacer ciudad.
La coyuntura temporal y el lugar en el que se plantea son significativamente importantes para la ciudad de Jaén y puede representar la construcción de uno de los momentos singulares de la ciudad.
Nos encontramos en una “tierra de nadie”, una zona de transición entre la expansión norte residencial y el suelo industrial consolidado del Polígono de los Olivares, en la que aún no hay referencias construidas. Es este carácter de transición del lugar el que constituye la verdadera singularidad que caracteriza a este concurso y otorga a la Cámara de Comercio de Jaén una oportunidad de establecer una relación de servicio urbano que en nuestra propuesta adquiere un marcado espíritu oferente.
No proponemos un edificio sin más, ni un edificio más. Proponemos una actuación que, cumpliendo con el programa especificado en las bases del concurso, sirva como semilla de lo que puede ser la conformación de esta “tierra de nadie” para convertirlo en un trozo de ciudad atractiva y de gran calidad urbana y ambiental.
Así presentamos una propuesta que, aunque se ciñe a los límites físicos de la parcela destinada a acoger el CETICOM, pretende alzar la mirada para ejercer una descarada influencia positiva en el entorno, que suponga una aportación y una utilidad verdadera al entorno y a la calidad de vida de las personas, en fin un constructivo grano de arena para esta utopía que llamamos ciudad.
Básicamente ha sido hablando como hemos dibujado nuestra propuesta pues pensamos que el trabajo colectivo surge como entorno capaz de producir novedades, tratando de averiguar en qué momento la experiencia vital y espacial adquiere su equilibrio ideal con el confort y la satisfacción de necesidades para no añadir nada más.
Planteamos la sostenibilidad, frente a la cada vez más artificiosa cultura de la misma, como un instrumento más del proyecto.
La absurda justificación de todo tipo de complejidades bajo el nombre de la sostenibilidad se aleja de su principio. Entendemos que la primera sostenibilidad es precisamente la más pasiva, aquella que se mide por renuncias y reducciones de variables, la que convierte a los edificios en decididos elementos dialogantes con el medio frente a la tradicional resistencia a su agresión.
Nos interesa hacer las cosas más simples, incluso no hacer o deshacer como proponía Cedric Price en su “Non Plan”.
Proponemos una construcción que, a través de la transformación artificial de una nueva naturaleza, no distinga entre buenos (los árboles, animales, paisajes…) y malos (las ciudades, los coches, las personas…). Y esa será una arquitectura diferente porque se apropiará de atribuciones no consideradas hasta hoy como son la de respirar, palpitar, envejecer o desaparecer con sabiduría, siempre desde el proyecto.
Proponemos un edificio autónomo, compacto, contenido y de fácil mantenimiento, que nos relaciona ciudad y hombre, actividad y uso, a través de una extensión ajardinada. Conseguimos así un espacio vivo, saludable y enriquecedor de la actividad humana. Proponemos un espacio abierto e integrado que favorece la motivación y la productividad.
Un edificio que se integra en un vergel y que genera un nuevo espacio positivo para el hombre.